Ciénaga: Donde el agua y la historia se encuentra
El sol del Caribe reflejaba su luz dorada sobre la Ciénaga Grande del Magdalena, mientras nos adentrábamos en un territorio donde la tierra y el agua parecen haberse fundido en un solo paisaje. Ciénaga, Magdalena, nos recibió con su mezcla de historia, cultura y un ritmo de vida que fluye al compás de las mareas.
El corazón de Ciénaga: un pueblo con historia y memoria
El recorrido comenzó en el Parque Centenario, un punto de encuentro enmarcado por la Catedral de San Juan Bautista y el edificio de la Alcaldía, testigos silenciosos de siglos de vida en esta ciudad. El Templete, una estructura imponente diseñada por un arquitecto francés, parecía custodiar la plaza con su elegancia republicana.
Pero Ciénaga no es solo historia: en una casona modesta convertida en museo doméstico, descubrimos un tributo a Guillermo Buitrago, el genio detrás de himnos decembrinos como La víspera de Año Nuevo. Entre pinturas al óleo de artistas locales y viejas carátulas de vinilos, su legado seguía vivo en cada acorde.
Casa Remedios La Bella: un hotel con alma de Macondo
Esa noche, el tiempo pareció detenerse en Casa Remedios La Bella, un hotel boutique restaurado que parecía salido de una página de García Márquez. Cada rincón evocaba la magia del realismo mágico: muebles de madera oscura, paredes que susurraban historias y una atmósfera impregnada de nostalgia.
Desde el balcón, el sonido lejano de una parranda vallenata llegaba con la brisa. Nos sentimos dentro de un cuento, en una ciudad detenida entre el pasado y el presente, donde la historia y la literatura se entrelazaban sin esfuerzo.
Rumbo a los pueblos palafíticos: donde las calles son de agua
Antes del amanecer, abordamos una lancha en Pueblo Viejo, el puerto fluvial de Ciénaga. El agua, oscura y serena, reflejaba el cielo que despertaba con matices violetas y naranjas. El motor ronroneó y nos adentramos en la Ciénaga Grande, navegando hacia un mundo donde las casas flotan y las canoas reemplazan las bicicletas.
Después de una hora y media de travesía, aparecieron Nueva Venecia y Buenavista, pueblos colgados sobre el agua como espejismos de colores vivos. No hay calles, solo canales, y cada casa tiene su propia canoa, como una extensión natural del hogar. Los niños, con la destreza de marineros, surcaban las aguas con facilidad, mientras los perros y hasta pequeños cerdos nadaban de un lado a otro, desafiando cualquier lógica terrestre.
Aquí, la empresa Pintuco ha dejado su huella en forma de una explosión de color: fachadas en fucsia, azul turquesa, verde limón y amarillo intenso dan vida a los palafitos. Todo el pueblo parece un mural flotante, donde el agua amplifica los reflejos y crea una simetría hipnótica.
En el centro del pueblo, una cancha de microfútbol suspendida sobre la ciénaga nos recordó que aquí la pasión por el deporte supera cualquier barrera física. También hay una escuela, un puesto de salud y una iglesia, cuyos campanazos se reflejan en el agua con la misma solemnidad que en la tierra firme.
Un recorrido en Ricksaw y la música de Ciénaga
De regreso en Ciénaga, el día terminó con un paseo en Ricksaw, los tradicionales bicitaxis que serpentean por la ciudad. Nuestro guía, con una voz pausada y llena de orgullo, nos narró leyendas de fantasmas, amores imposibles y de los artistas que hicieron de esta tierra un semillero musical.
Así, con el eco de las historias en nuestros oídos y el vaivén del agua aún en nuestros sentidos, entendimos que Ciénaga no es solo un destino: es un relato vivo, un lugar donde la historia, la cultura y la naturaleza se entrelazan en un tejido tan denso como las aguas que lo rodean.
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