Ciénaga, Magdalena: Historia y vida sobre el agua
Estuvimos en la ciudad de Ciénaga y en los pueblos palafíticos de la Ciénaga Grande del Magdalena.
Ciénaga, Magdalena, pertenece a la lista de los 17 pueblos históricos declarados Patrimonio Cultural de Colombia.
Recorriendo el centro histórico de Ciénaga
Allí recorrimos el centro, pasando por su Parque Centenario, donde se encuentran la Catedral de San Juan Bautista, el edificio de la Alcaldía y el Templete, un imponente símbolo de la ciudad, construido por un arquitecto francés. También visitamos el monumento al Caimán Cienaguero, el malecón, con sus amplias playas, y el monumento conmemorativo de la Masacre de las Bananeras, una obra de Rodrigo Arenas Betancourt, construida en los años 70.
Un museo para Guillermo Buitrago y el arte local
También visitamos un modesto museo doméstico, en homenaje al compositor de música decembrina Guillermo Buitrago, autor de canciones como La víspera de Año Nuevo, Grito vagabundo y Ron de Vinola, entre muchas otras. En este museo encontramos pinturas al óleo de artistas cienagueros.
Nuestra estancia en Casa Remedios La Bella
Nos alojamos en una casona antigua restaurada y convertida en hotel boutique, llamada Casa Remedios La Bella, cuya atmósfera y decoración evocan la obra de Gabriel García Márquez. Un excelente hotel, con muy buena atención, altamente recomendable.
Navegando hacia los pueblos palafíticos
Después de conocer el casco histórico de Ciénaga, nos embarcamos en una experiencia completamente distinta: la vida sobre el agua en los pueblos palafíticos Ciénaga Grande y la Ciénaga de Pajarales, a hora y media en lancha desde Pueblo Viejo, el puerto fluvial de la ciudad de Ciénaga.
Con la coordinación de una operadora de turismo de la región, llamada Ciénaga Mágica, salimos muy temprano hacia esta aventura.
Los dos principales pueblos palafíticos son Nueva Venecia y Buenavista, ambos bien conservados y pintorescos. Su belleza natural resalta gracias al colorido de sus casas, parte de un proyecto apoyado por la empresa Pintuco, que donó pinturas y supervisó la restauración.
Aquí, las calles son de agua, y cada casa tiene su propia canoa, que los niños aprenden a manejar con destreza desde muy pequeños. Vimos perros y marranitos nadando de un lado a otro del canal. A pesar de su aislamiento, la comunidad cuenta con escuela, iglesia, cancha de microfútbol, puesto de salud y estación de policía.
Fue un viaje cultural, lleno de sensaciones e historias, con la satisfacción de haber descubierto otro rincón hermoso de Colombia, habitado por una comunidad maravillosa.
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